domingo, 21 de diciembre de 2014

La utilidad o inutilidad de los modelos en competencia informacional. Una cuestión a plantearse

La formación en competencia informacional debería realizarse no a partir de modelos teóricos sino a partir de la identificación de situaciones reales de gestión informativa y contextos específicos.

El objetivo es poder diseñar propuestas que permitan aprender a afrontar los problemas o situaciones que se producen en las distintas fases del proceso de gestión de información (la búsqueda, recuperación, análisis, tratamiento, comunicación y aplicación), incorporando niveles de complejidad.

Según la perspectiva psicoeducativa (Carles Monereo; Antoni Badia),  la enseñanza de la competencia informacional debe realizarse no tanto a partir de aplicar modelos de búsqueda completos, expertos, ideales, sino a partir de identificar situaciones habituales de gestión informativa (contextos prototípicos) y también nuevas situaciones que antes no existían (contextos emergentes), y a partir de ellos establecer en las aulas pautas y modelajes. 

Los listados de procesos de búsqueda predeterminados y de competencias prefijadas resultan de poca utilidad para la práctica educativa.  Porqué las demandas informativas que suelen abordarse en las aulas y a partir de las cuales podemos facilitar estos aprendizajes, difícilmente requieren la participación de totas las fases del proceso. Y estas fases pocas veces se ejecutan de forma lineal. Suelen darse múltiples ensayos y errores. A menudo si hay estrategia esta no supone una secuencia completa sino solo parcial. 

Al mismo tiempo las distintas fases de gestión de la información pueden requerir diferentes niveles de atención y regulación. Los contextos de búsqueda pueden diferir mucho entre sí, aun cuando el proceso se dirija a un mismo objetivo y tengan aparentemente una dificultad similar. 

Ante estas consideraciones. ¿Para qué sirven los modelos teóricos? Los modelos que se han elaborado en la última década sobre competencia informacional son útiles para aplicar en el ámbito de la organización escolar (a nivel curricular y de coordinación pedagógica), como instrumentos para fijar marcos generales para la articulación de contenidos, para identificar metas educativas y con ello establecer para las programaciones nodos de conexión entre las competencias básicas y los contenidos de las áreas.

Es imprescindible definir un modelo de intervención (concepto y visión de la competencia informacional) y consensuar como equipo docente los objetivos prioritarios y las estrategias comunes para la práctica educativa.

A este fin responde el modelo de las Tres Fases (Blasco; Durban, 2012) que ha venido implementándose en los últimos años en el sector educativo. La estructura básica del modelo se distribuye en tres grandes capacidades que responden a cada una de las fases. Las capacidades expresan bloques de conocimientos relacionados con habilidades, destrezas prácticas e indicadores particulares. Este modelo se fundamenta en el ciclo de la información como muchos otros existentes, pero valora la necesidad de visualizar el punto de inflexión que representa la transformación de la información en conocimiento. De este modo contempla también el ciclo del aprendizaje. 

Este modelo pone el acento en los procesos cognitivos y lingüísticos que se activan en el uso de la información y en la generación de conocimiento. Así pues no es un modelo tecnológico sino epistemológico. Las herramientas son medios al servicio de una mente que ha de saber acceder, interpretar y construir significados de forma efectiva para la resolución de problemas o bien para el aprendizaje a lo largo de la vida.