domingo, 24 de julio de 2016

Repensar si las bibliotecas escolares pueden liderar procesos de mejora y aportar valor añadido al proyecto educativo

Las bibliotecas escolares no pueden liderar procesos de mejora ni pueden aportar valor añadido al proyecto educativo por sí mismas, porqué son infraestructuras, instrumentos al servicio de la comunidad educativa.

Podrían hacerlo si valoramos la posibilidad que sean agentes educativos, pero entonces tenemos el peligro de considerar las bibliotecas escolares como instituciones paralelas a la escuela, agentes que se integran con la misión de ejercer una influencia y una contribución.

Este sería un modelo más propio del sector bibliotecario que del sector educativo. Así pues hemos de ser cuidadosos con las atribuciones que damos a la biblioteca escolar para no caer en contradicción. Si hablamos de agente educativo ha de referirse a agente escolar dentro del sistema organizativo del centro. Sino no se comprende esta definición.

La biblioteca escolar es un recurso educativo con un gran potencial, y que puede (y debe) ser activado, pero no deja de ser un recurso. Una herramienta para ser usada con unos objetivos específicos. Quien la activa (el centro educativo como proyecto comunitario, el profesorado, el responsable de la biblioteca, el equipo de apoyo… ) es el sujeto de la acción. No la biblioteca.

Las funciones que le atribuimos, son funciones de la escuela, no pueden entrar en competencia con ella, tenemos el peligro que el profesorado así lo visualice. En nuestro discurso es preciso favorecer que el profesorado se apropie del recurso, y visualice la biblioteca como su herramienta.  Porqué estas funciones, si no se llevan a cabo son carencia del centro educativo. La biblioteca como herramienta da la oportunidad al centro educativo de hacer de un modo especifico aquello que la escuela ya debe hacer. Es voluntad o estrategia del centro querer hacerlo así, o utilizar otros instrumentos. Es por eso que difícilmente podremos implementar el desarrollo de bibliotecas escolares de forma generalizada ni construir redes bibliotecarias. Esta es nuestra realidad. La realidad de la escuela.

El valor añadido y el posible liderazgo en innovación al que nos referimos cuando hablamos de la biblioteca escolar, no vienen de la biblioteca sino de la decisión voluntaria y estratégica del centro educativo de trabajar alguno de estos cuatro ámbitos que aportan avance en los procesos de transformación que necesita abordar la escuela:

1. El fomento de la lectura como una cuestión de toda la comunidad educativa
2. La prioridad del desarrollo de las competencias en información y el trabajo por proyectos en las aulas.
3. La voluntad de gestionar corporativamente los recursos del centro de forma centralizada.
4. La consideración de la escuela como comunidad con la necesidad de cuidar y disponer de espacios y actividades de encuentro y socialización.

Estos objetivos pedagógicos con los contenidos curriculares asociados y las acciones organizativas correspondientes reclaman recursos e instrumentos, contextos, entornos…. Así pues la biblioteca escolar es un instrumento. Un potente instrumento con el cual el centro educativo, con su uso (social curricular y pedagógico) por parte del profesorado, puede dar respuesta a alguna de las necesidades que se plantea como centro para la mejora y la innovación.

La biblioteca escolar es una herramienta pedagógica que está para ser usada. Y cada centro ha de encontrar la manera de hacerlo. No deberíamos tratarla como el sujeto que realiza la acción, sino más bien como el circunstancial de modo que facilita, permite, da posibilidad... a la acción.

El sujeto que realiza la acción será siempre el profesorado del centro educativo que activará o no la biblioteca. En sus manos está. Es por ello que urge empezar a hacer un giro en el discurso que define y desarrolla la implementación de las bibliotecas escolares. Poner al profesorado en el centro, la comunidad educativa como protagonista, y articular el desarrollo de la biblioteca escolar como herramienta con la cual realizar actividad que apoye y contribuya a las necesidades del proyecto educativo. Un instrumento que permita generar plataformas colaborativas, equipos, agentes escolares flexibles que puedan cada curso escolar impulsar proyectos específicos.